Distinguir los espacios a los que están sujetas las infraestructuras del cuerpo, sobre los que cada vez existe menos capacidad de maniobra; volver a encontrar el significado del mundo al que pertenecemos, mientras el tiempo devora la carne –acabar de decidir, improvisando, la organización del día aquel que, exacto, se nació; donde la muerte pronunciada o la continuación del deterioro progresivo del cuerpo-.
La realidad, responsable de las relaciones que se establecen entre la materia y el ser, a veces, endurece al cuerpo; sin embargo, no es momento, ni lugar para cosechar fracasos – la realidad debe de endurecer, no tiene por qué ablandar-.
Me he reservado para la ocasión:
no he venido para desempeñar el papel de un bufón, vacío de sustancia;
he vuelto para interpretar a un ser humano libre, aunque sea a costa de la vida propia.
Texto: Guillermo de Jorge, "La Corporeidad de la Luz" (2007)
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